«YELLOW SUBMARINE, El fantástico, la psicodelia, los Beatles y el amor» por M. Islas.

YELLOW SUBMARINE

Ficha Técnica

Título original: Yellow Submarine (Gran Bretaña, 1968). Producción: Al Brodax. Dirección: George Dunning. Intérpretes: Dibujos animados (Los Beatles aparecen en una breve secuencia al final de la película). Voces: John Clive (John Lennon), Geoff Hugues (Paul Mc Cartney), Peter Batten (George Harrison) y Paul Angelis (Ringo Starr). Argumento: Lee Minoff. Guión: Lee Minoff, Al Brodax, Jack Mendelson y Erich Segal. Dibujos: Heinz Edelmann. Animación: Alan Bal, Peg Logde, Tom Hasley, Dave Liesey y Duane Cowter. Fotografía: John Williams. Diseño del Submarino Amarillo: Dennis Rich. Música: Temas de la película compuestos por The Beatles. Música incidental compuesta por George Martin.

 

El fantástico, la psicodelia, los Beatles y el amor

“Había una vez, o quizá dos veces, un paraíso sobrenatural llamado Pepperland…” Esta frase inauguraba, el 17 de julio de 1968 cuando se produjo en el London Pavilion de Londres su estreno mundial, el film de dibujos animados «Yellow Submarine» (Submarino amarillo). El arte pop, el fantástico y el surrealismo se trasladaron al cine de animación para dar vida a la película que abrió definitivamente las puertas de la imaginación para toda una generación.

Por Marcelo Islas

 

Todo razonamiento convencional resulta espurio ante la poesía, como es fácil demostrar: André Breton, quien en 1937 dijo que «la belleza es convulsiva o no existe», saludaba entonces con esta frase el futuro nacimiento de los Beatles, la llegada a la Tierra de la belleza en estado eléctrico y contagioso. Esa lógica indica también que una canción puede ser equivalente a la Gracia, y que todo el amor del mundo -misterio de los vasos comunicantes- puede viajar sin boleto en las bodegas de un submarino amarillo.

Basta juntar para eso un dibujante genial, una docena de los más bellos temas musicales de los últimos 60 años, un guión donde nada esté prohibido y el carisma insuperable de los cuatro ángeles de Liverpool, y el resultado será, con seguridad, una obra maestra, donde no faltará un bestiario prodigioso, mares para enloquecer a la geometría, y hasta repelentes malos que cuando no pueden seguir ejerciendo su mediocridad contra la triunfante belleza, eligen cuerdamente irse a vivir a la Argentina.

En medio de todo, por encima de todo, desparramándose como una corriente de aire, la voz de los Beatles, el dibujo -y la vera efigie, en los minutos finales- de los Beatles, haciendo verosímil un film increíble, negándose a pensar en otra cosa que no sea la necesidad de amarse los unos sobre los otros, hasta que toda palabra que no sea Amor carezca de significado.

 

“En la tierra donde nací,

vivió un hombre que navegó por el mar…”

La relación de los Beatles con Al Brodax (profesor de literatura clásica de Yale) comenzó cuando a mediados de los ‘60 este produjo 39 capítulos de un dibujo animado del cuarteto de Liverpool para la ABC-TV. Desde entonces, Brodax persiguió a Brian Epstein -manager del grupo-, para que le permitiera realizar una versión animada en largometraje para estrenar en cine. Para mediados de 1967 los Beatles no habían cumplido su contrato con United Artists, que los obligaba a filmar tres películas, por lo que Epstein se rindió a los constantes pedidos del productor. Brodax partió rumbo a New Hampshire y se puso a trabajar inmediatamente en la historia con la ayuda de Erich Segal, un guionista que poco tiempo después conseguiría fama mundial por su guión para la película Love Story. Pero fue Lee Minoff, sumado también al grupo de guionistas, quien proporcionó el argumento y la idea de usar uno de los éxitos del cuarteto como soporte de la historia.

 

Mientras tanto, George Dunning, quien también había trabajado para el dibujo animado televisivo de los Beatles y que se haría cargo de la dirección del largometraje, comenzó a armar un experimentado equipo de dibujantes y animadores. Charlatán creativo, Dunning era un canadiense cuya compañía productora con base en Londres se especializaba en la realización de lucrativos comerciales y films educativos para corporaciones e industrias.

Evitando el tradicional formato «Disney» de animación -que por ese entonces invadían las salas cinematográficas- había experimentado anteriormente con el avant-garde y con acuarelas animadas. Su búsqueda hacia un acercamiento al cine más tradicional lo condujo al reino de la psicodelia con «Submarino Amarillo». Dunning llenó el film con referencias al arte pop de los ‘60 y el alucinado arco iris de la psicodelia.

Para crear el reparto de personajes animados, Dunning contrató los servicios del artista gráfico alemán Heinz Edelmann, cuya innovadora técnica abstracta de luces psicodélicas, imaginería pop y decoraciones derivadas de Beardsley habían sido utilizadas por estudios de publicidad de primera categoría. La inspiración surgió de las fuentes más inusuales: una indigesta comida turca le dio a Edelmann la idea de crear los Snapping Turtle Turks, mientras que el jefe de los Blue Meanies tenía movimientos inspirados en viejas cintas fílmicas de Adolf Hitler. Muchas de las técnicas de Edelmann fueron utilizadas posteriormente en muchas cintas, entre ellas en una versión animada de El Señor de los Anillos.

«Submarino Amarillo» fue completada en un año. En el film trabajaron 40 animadores y 140 artistas técnicos que transformaron los bocetos originales de Edelmann en medio millón de cuadros completos. El arte de los dibujos fue condicionado al onírico y fantástico viaje de los Beatles a bordo del submarino, que se asemeja a una nave de juguete, a través de un itinerario que habría complacido a la Alicia de Lewis Carroll.

 

“A ochenta millones de leguas debajo del mar yace…

o yacía, no estoy muy seguro…”

El argumento de Lee Minoff nos sumergía 80.000 leguas bajo el mar hasta depositarnos en Pepperland, reino de la paz, el amor y la música del Sargento Pepper y su Banda de Corazones Solitarios. En las montañas viven los Blue Meanies, seres malvados que odian el color, la música y la felicidad del pueblo de Pepperland. La maldad de estos personajes se ve reflejada en su líder, quien piensa que «la música es tan disgustante como un día de primavera». Cansados de tanta alegría, un día de sol, los Meanies atacan el lugar con guantes voladores, turcos voraces, manzanas explosivas y otros secuaces, petrificando a todos los habitantes y transformando la ciudad en un lugar gris, triste y vacío.

En aquella dolorosa jornada, sólo se salva el viejo Fred, quien se las arregla para escapar al «mundo superior» en un submarino amarillo para poder escapar y pedir auxilio. Fred llega hasta Liverpool y pide ayuda a John, Paul, George y Ringo quienes aceptan su propuesta de viajar hasta Pepperland para devolverle a la gente la alegría y la música.

A lo largo del viaje, atraviesan el Mar del Tiempo, el Mar de los Monstruos, el Mar de los Agujeros y el Mar de la Nada, debiendo enfrentarse a todo tipo de peligros. El submarino es dañado pero gracias a la ayuda de Boob (el Hombre de Ningún lugar) -un simpático personaje que conocen durante la travesía- llegan a Pepperland sanos y salvos.

Los Beatles se apoderan de los instrumentos pertenecientes a la Banda de Corazones Solitarios -que habían sido confiscados por los Blue Meanies- y con su música consiguen romper el hechizo. Al ritmo de Todo lo que necesitas es amor, dan una feroz batalla contra los Meanies y finalmente consiguen derrotarlos, restaurando en Pepperland la alegría, el color, la música y el amor.

El guión de «Submarino Amarillo» estaba originalmente lleno de remates infantiles y parlamentos de una sola línea, los cuales estaban a una milla marina de distancia de la punzante ironía de su primer film, «A Hard Day’s Night» (Anochecer de un Día Agitado). Por ejemplo, podían escucharse conversaciones como ésta:

 

Paul: – Siento una canción que viene.

John: – Bueno, que salga!

George: – ¿Quieren un mordisco de mi copo de algodón?

Ringo: – No, desaparece cuando lo comes, se derrite antes que lo pruebes.

 

Las bromas visuales eran más variadas e infinitamente más divertidas que en las dos películas anteriores de los Beatles. En la secuencia del Mar del Cine, la banda sonora se llena con los acordes de Lucy in the sky with diamonds (Lucy en el cielo con diamantes) y, como una rápida sucesión, vemos a Ringo en el medio de un fuego cruzado entre los Pieles Rojas y la caballería americana, a Paul involucrándose en una lucha aérea de la Primera Guerra Mundial y a George esquivando un combate naval entre Japón y Estados Unidos. Estas y otras escenas bizarras son seguidas por secuencias que incluyen a King Kong, el Sheik, un enfrentamiento a tiros entre policías y ladrones, Moisés, Cicerón, Shakespeare, Napoleón, Freud, Einstein, Schweitzer, Quasimodo y más. La «broma» del final es antológica. Luego de la derrota, Su Triste Majestad pregunta: «El mundo ya no es triste. ¿Dónde podemos ir?» Su secretario, Max, responde: «¿A la Argentina?».

A pesar de las reservas individuales que cada uno de los Beatles pudiera tener con respecto al proyecto, los cuatro asistieron al estreno del film en Londres y, contrariamente a lo que había ocurrido con su película anterior -«Magical Mystery tour» que fue destrozada por la crítica-, el film animado fue muy bien recibido tanto por el público como por los medios especializados que alabaron tanto el trabajo del director George Dunning como la banda de sonido de la película. La revista Time dijo: «Si el producto resulta menos una historia coherente que unas dos horas de un viaje con marihuana, Submarino Amarillo es aún un gran avance en la realización de films y la comunicación del arte con el inconsciente».

 

Sin embargo, Rank Organisation, empresa encargada de la distribución del film en las Islas Británicas, no puso gran empeño en su trabajo y, fuera de la capital, la película fue mostrada sólo en doce salas. En Londres había llegado a recaudar 7.000 libras por semana (una verdadera fortuna para la época) pero Rank explicó que «los resultados eran desalentadores y un gran número de cines que esperaban la película han retirado sus pedidos. Esto es porque la película obviamente no atrae a tantas personas como uno esperaría». Gracias a esto, no faltó el crítico que insistiera con que los Beatles eran cosa del pasado. La respuesta a esos comentarios la dio, tres semanas después del estreno, el genial director italiano Federico Fellini, quien anunció su intención de contar con el grupo de Liverpool para su próximo proyecto cinematográfico.

 

“Todos vivimos en un submarino amarillo…”

«Submarino Amarillo» no es sólo un grupo de imágenes puesto al servicio de las canciones de John, Paul, George y Ringo, que se derraman tiernamente desde la película. En conjunto, el film está fundamentado y dirigido a partir de un slogan visual que solamente aparece, con toda su fuerza y en toda su dimensión, en la segunda parte de la película: «All you need is love» (Todo lo que necesitas es amor). Un amor incondicionalmente desprovisto de equívocos, que debe germinar sobre la onda de pegadizos motivos musicales y hermanar jubilosamente a los seres humanos. Un amor capaz de derrotar a los Meanies (absurdas criaturas ferozmente «ceñudas») que viven en los alrededores de Pepperland (ciudad de la música) y que con mil astucias procuran obstaculizarlo puesto que odian todo aquello que es alegría y canciones.

Hacia el final, el célebre cuarteto, que había actuado reducido a una muy fiel caricatura gráfica, aparece brevemente al natural, sellando el verdadero fin «publicitario» del film: fantasía polícroma que combina con los propios Beatles todos los mitos más evidentes de los años sesenta, serios y falsos, ligados a la fantasía popular, literarios y científicos, incluso cinematográficos y de comics. Un universo en el que las figuras (desde Frankenstein a Freud, desde Marilyn Monroe a Einstein; desde King Kong a Moisés; desde grupos de pieles rojas vociferantes a caballo de monstruos hasta la reina Isabel) son bidimensionales y a veces parecen recortadas sobre la cartulina.

Todo esto lleva a que «Submarino Amarillo» sea, todavía, un dibujo animado para saborear sensualmente con la boca, con los ojos, con los oídos y con el cerebro. Es una de las más clamorosas proezas ofrecidas por el cine de animación de gran aliento, en una época que de cualquier modo había visto desbordarse en el hemisferio europeo occidental -paralelamente al boom consumista y, por consiguiente, del bienestar- el culto de la llamada cultura de la imagen, y produciendo, en consecuencia, un renacimiento en varios países, incluso allí donde el cine de animación había sido hasta ese momento prácticamente inexistente.

 

Y a quien tenga alguna duda (siempre hay escépticos o avergonzados) sobre el talento de los cuatro músicos de Liverpool, le sugiero que le eche un vistazo a este film. Plagados de imitadores con el correr de los años, ellos ya habían encontrado la fórmula perfecta para demostrar que eran inimitables: pasar del canto al cine, del cine a la meditación trascendental, y aterrizar desde allí en el dibujo animado, sin dejar de ser fieles a sí mismos, al poderoso torrente de su creación.

Cincuenta años después, desde la pantalla, el DVD o el Blu-ray, John, Paul, George y Ringo siguen invitándonos a que abramos las puertas con la única intención de salir a jugar.

 

 

 

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Redacción RN

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