«Cuando el terror nuclear tomó forma de monstruo», Por Marcelo Islas

Kaiju Eiga es el término utilizado para definir las películas japonesas de monstruos y proviene de Kaiju (monstruo) y Eiga (película). El Kaiju Eiga creó un estilo propio y peculiar que ya es un mito. Inoshiro Honda (Ishirō Honda, en su idioma natal) fue un director de cine japonés de cuyo nacimiento se cumplieron (el pasado 7 de mayo) el centésimo séptimo aniversario. Vale decirlo: sin él, ninguno habría disfrutado de pequeño (y de grande tampoco) aquellas fantásticas pelis de Godzilla y otros monstruos que “Cine de Súper Acción” nos regalaba cada sábado a la tarde.

La idea primera se le ocurrió en la década de los 50 al productor japonés Tomoyuki Tanaka (que trabajaba para Toho), algunos dicen que fue cuando vio al dinosaurio animado por Ray Harryhausen en The Beast From 20.000 Fathoms (El monstruo de tiempos remotos, Eugene Lourie, 1953). Otros dicen que cuando hacía un viaje en avión y miraba por la ventanilla las aguas insondables del Océano Pacifico imaginó (gracias al alcohol que ingirió mezclado con la altura) que allí abajo dormía un monstruo gigante que si despertaba y salía a la superficie, su solo tamaño provocaría el fin del mundo. Lo cierto es que Tanaka se puso en contacto con el especialista en efectos especiales Eiji Tsuburaya que soñaba con hacer una película de ese tipo (por esa época se había reestrenado en Japón el King Kong original con muchísimo éxito) y le contó su proyecto.

Pero vale tener en cuenta que el país no lo estaba pasando demasiado bien, todavía estaba latente la tragedia nuclear de Hiroshima y justo un barco pesquero de origen japonés había entrado inadvertidamente en una zona donde Estados Unidos llevaba acabó ensayos nucleares por lo que los marineros y la pesca capturada sufrieron los terribles efectos de las radiaciones. Tanaka no era ajeno a todo esto. Fue entonces cuando el monstruo pensado tomó otro cariz.

Apareció entonces y termino involucrándose en el proyecto Inoshiro, que había sido el asistente de Akira Kurosawa y que al visitar Hiroshima en 1946 se había prometido llevar todo ese horror a alguna de sus películas. Así nacía Gojira, que unía 2 palabras japonesas «gorira» (gorila) y Kujira (ballena); aunque finalmente cuando se exporto al resto del mundo se la conoció como Godzilla. En 1954, con Godzilla, Japón bajo el Terror, se inicia el mito del monstruo y la creación de un género.

El fenómeno trascendió fronteras, como la máxima expresión de la inconsciencia humana en el bombardeo norteamericano de Hiroshima y Nagasaki, que provocó el horror nuclear que Japón sufrió a finales de La Segunda Guerra Mundial. La figura del popular saurio encarna este horror y advierte sobre las consecuencias que acarrea la utilización de las armas nucleares. Así, Inoshiro supo trasmitir al público el drama real y tenebroso de una historia oscura, desarrollada a modo de pesadilla sobre los efectos de las armas nucleares en la población civil. Escenas como las de los supervivientes en uno de tantos hospitales de las afueras de la arrasada Tokio son de un impacto aterrador, que no se ha vuelto a ver en ningún otro filme de la saga, sobre todo cuando los médicos ven con sus medidores Geiger que los supervivientes heridos están contaminados por la radiación que Godzilla ha dejado tras de sí.

Los centenares de miles de muertos, las muertes lentas provocadas por la contaminación radiactiva y la imposibilidad de denunciar aquel horror en un Japón ocupado le obsesionaron durante toda su vida por la amenaza de las armas atómicas. Cuando en 1954 además los Estados Unidos comenzaron las pruebas con la bomba de hidrógeno en el Pacífico el germen de Godzilla estaba sembrado. Sin Honda y sus obsesiones por el horror atómico y el papel trágico del hombre de ciencia en nuestros tiempos la saga Godzilla no sería la misma y hubiese evolucionado más rápidamente de lo que lo hizo al infantilismo o al cine clase Z… o sencillamente no habría aparecido.

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Redacción RN

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